Nada más llegar a la villa La Californie, situada en las alturas de
Cannes, surgió la cuestión que más nos preocupaba en aquella época y que me perseguiría a intervalos regulares: "Hay alguien
a nuestras espaldas, sí, justo detrás de nosotros, que pretende
impedir que trabajemos. Se cree capaz de juzgar nuestro trabajo
y nada le parece digno de consideración. Debemos quitárnoslo
de encima.Yo me he acostumbrado y lo utilizo como ruido
de fondo, apenas me molesta. ¿Y tú? ¿Cómo te las has arreglado
para que te deje la libertad de escribir?".
Desde un interior digno de un palacio morisco, donde conjuraba
al fantasma de Matisse y se consagraba a la visión de su rival
favorito, sus pinceles le transportaban a El Greco o Zurbarán,
hasta la celda tapizada de las sábanas mortuorias de un monasterio.
Ahí conseguía sentirse español y amar la tristeza.
¿Sigue siendo receptivo a la crítica, dependiendo de las opiniones
de los que le rodean?
"Se dicen muchas cosas de los cuadros, pero a mí eso no me
interesa. Los comentarios arrecian. Deberías aprender a dejarlos
correr. Por lo menos, en lo que a mí respecta. Pero también
por ti mismo; te sentirás mejor".
(Fragmentos de texto) Jean-Marie Magnan |