En 1983 soñé por
primera vez en mi
vida con imágenes
fijas muy definidas.
Me desperté sobresaltado,
busqué
papel y lápiz y
las dibujé. Al día
siguiente solo tenía
un objetivo:
hacer reales las
imágenes de mi
sueño. Ya no hubo
marcha atrás, mi
imaginación empezó
a maquinar
todo tipo de imágenes
ante el estímulo
de cualquier
objeto, cualquier
frase, cualquier color. Había encontrado un espacio mental y un lenguaje
con el que contar cosas, historias, emociones y sensaciones. Ése fue el comienzo de un proceso de acumulación de objetos
de todo tipo, comprados en rastrillos, encontrados en contenedores,
en casas de amigos, entre los juguetes de hijos y sobrinos,
en los Todo a 100, en las tiendas de souvenirs, ... En fin,
todo aquello que me emitía algún mensaje pasaba a formar
parte de mi estudio para luego participar en un complejo entramado
de imaginación e imágenes. Los personajes, los animales
y los objetos se convierten en actores y atrezo que están esperando
su oportunidad para actuar y aparecer en escena.
Hace cuatro años que decidí que me iba a limitar a fotografiarlos
simplemente como si de un casting de actores se tratara. Algunos
se revelan y se agrupan intentando crear algunas frases de un
guión para que yo lo realice sin rechistar. Como soy un flojo, en
ocasiones casi me convencen y estoy a punto de sucumbir de
nuevo para fotografiarlos tal y como ellos se ven. En fin, que esto
es un lío, que no sé qué es verdad y qué es ficción, qué es mío y
qué es de ellos. En el último año me he hecho coleccionista de
nubes y los tengo muy abandonados, pero he conseguido aplacar,
por el momento, sus voces.
C.G. |