La experiencia de las ballenas es difícil de transmitir. Había
escuchado relatos sobre ver, sentir y tocar desde una pequeña
embarcación a estos inmensos animales. Tenía formada una
idea distinta de lo que luego resultó la vivencia real. No se puede
explicar lo que es estar allí, en la panga, y ver cómo una ballena
emerge y resopla a pocos metros. Sentir cómo pasa bajo la
barca y la mueve, cómo roza el casco y hasta las propias manos
si a su paso te atreves a introducirlas en el agua.
Fotografié todo el viaje: el desierto, los viajeros, las ciudades, los
cactus y, por supuesto, las ballenas. Hice fotos de los lomos, de
los soplidos, de las aletas y de los juegos de los ballenatos
desde la barca. Y también desde dentro del agua con cámaras
sumergibles de plástico que empecé a utilizar en cuanto cogí
confianza. Por su tamaño resulta difícil, por no decir imposible,
abarcar un ser tan grande en una fotografía. Tampoco se podía
afinar mucho con el encuadre y demás decisiones fotográficas.
Así que las tomas tan azarosamente disparadas resultaron una
serie de imágenes donde, a modo de abstracciones, surgían
fragmentos del extenso paisaje de la piel de la ballena. El resultado
fue más sorprendente de lo esperado, quizá por menos
visto o mas gráfico, quizá porque no coincidía tampoco con la
idea de fotos de ballenas, o quizá porque es el que mejor trasmite
la experiencia de las ballenas.
P.L.E. |