Cuenta mi amigo Roberto Fernández que su madre, que desde
siempre vivió en Villa Fiorito, a las afueras de Buenos Aires, el
mismo barrio donde nació y creció Maradona, clasifica las películas
en dos grandes grupos: “las de entender” y las normales,
que supongo que son las que tienen un desarrollo lineal. Pueden
gustarte más o menos, pero cuentan una historia, entretienen
y dejan -a veces- algún mensaje. Me apropio de la definición:
no me gusta hacer fotos “de entender”. Me gusta “primer
plano-fondo-mensaje social-puesta en escena-identidad cultural”.
Lo “importante”, delante; el fondo, que tenga algunos elementos
que ayuden a entender lo de “delante”, algo en el medio
un poco borroso, algún personaje saliendo de cuadro, algún
flashazo, algo que esté de moda para sofisticar un poco la escena.
La envolvemos para regalo y a otra cosa mariposa. El mismo
modo de armar imágenes que me enseñaron en el Fotoclub:
armonía en la composición y que la foto “diga algo”. Entonces:
el “otro” cultural soy yo: hablando inglés como Tarzán, medio
resentido, provinciano en Buenos Aires y “porteño” en Santa Fe,
pudoroso... Conservo todos los tics de haber sido educado en
colegio de curas aunque llevo más de 10 años ensayando terapias
bioenergéticas, estuve en varios retiros de enseñanza de
budismo tibetano, medito con la respiración y soy un experto en
psicodrama. Así las cosas: A+B=C. Para qué complicar.
M.L. |