En la obra de Pividal,
el camuflaje tiene
lugar de un modo un
tanto diferente. El
sujeto aparece camuflado
de un modo
explícito. Un camuflaje
que, contraviniendo
las leyes del mimetismo,
se exhibe, se
muestra. Porque aquí
el sujeto no se esconde
para no ser visto,
sino que aparece
escondido en un mostrarse
excesivo. El
repintado de la fotografía,
velando de
modo explícito algunos
lugares de la fotografía,
y transformando
otros, introduce en
el sujeto una dimensión
de saturación de
lo real que también
mueve el ojo del espectador. Y tal movilización se produce, si
cabe, de modo más radical cuando se entiende que el sujeto
representado por Pividal, tal y como reza el título de una de sus
exposiciones, se encuentra “sujeto a cambios”, que no está ahí
fijado de una vez y para siempre, sino que se construye en sus
objetos, en su “mostrarse” en tanto que “repartido-en”, en tanto
que “construido-a-partir-de”. El sujeto, pues, y ésta es la teoría
lacaniana de la subjetividad, se construye desde fuera, desde
un fuera que configura un dentro, por lo que su pureza es subvertida,
puesto que la apertura-construcción da lugar a la entrada
de lo impuro, de lo foráneo. Tal y como ha demostrado
recientemente Pier Aldo Rovatti, el propio cuerpo, como todo el
sujeto, es un dentro de un fuera, un híbrido, construido sólo por
medio de la locura, en la superación de la escisión entre el exterior
y el interior, cuya topología, de nuevo, siguiendo el esquema
lacaniano, se puede encontrar en la banda de Moebius.
(Fragmento de texto) P. A. Cruz Sánchez y M. A. Hernández-Navarro |