Basta con mirar alrededor, cualquier día en cualquier lugar, para ver a una, alguna o muchas personas haciendo fotografías, bien sea con una cámara compacta, con un teléfono o con una supercámara. ¿Qué está mirando? ¿cómo lo ve? ¿cuál es su punto de interés? ¿responde la fotografía a lo que ha visto su mente? ¿la cámara es un prolongación de su ojo?... Hace poco observando a un grupo, en lo que debían ser los previos de una cena de compañeros o amigos, 14 de los 16 sujetos estaban haciendo fotos. Para el recuerdo, para subirlas a cualquier red, para almacenarlas ¿quién lo sabe?. O quizá podrían acabar dentro de un disco duro, sin que nadie jamás supiese su contenido, en cualquiera de los miles de basureros de material informático obsoleto que existen. ¿Servirán estas imágenes para tomar individual o colectivamente una mayor conciencia del mundo? ¿para conocer y saber más? ¿para formar a otros? Los datos dicen que lo que prima en el fomento de este tipo de consumo y entretenimiento son los intereses comerciales, pero eso no puede ser así en general.
Enseguida recordé a Borges y su Aleph. Tuve una fantasía: ¿sería posible poner los miles de millones de fotografías que hacemos cada día en el mundo una junto a otra y empapelar la tierra? ¿Ver todos los puntos de vista de esos cientos de millones de personas en cientos de millones de lugares del mundo como un conjunto y al mismo tiempo?
Más tarde pasé de esas fantasías visuales y pensé en esa catarata vertiginosa de imágenes que nos ha dado la cultura digital. A reflexionar sobre que son éstas imágenes ¿una cuestión de afirmación personal, o de un grupo muy reducido? ¿un documento que nos ilustre sobre el mundo a la manera de lo que entendemos como prácticas tradicionales en la fotografía documental?. ¿Es posible que los medios técnicos actuales nos abrumen y los subutilicemos? ¿Es posible que manejemos mucha información, pero tengamos poca formación para digerir tal avalancha?
Desde todos los foros desde la mitad del siglo XX se dijo, y muchos lo seguimos pensando, que la fotografía es el instrumento de apropiación, creación y reflexión sobre el mundo, más democrático del que se dispone. Ahora también se le reconoce a la fotografía el estatuto de práctica hegemónica y paradigmática, no sólo en el arte contemporáneo, sino en la cotidianeidad del mundo. Lo que no sabemos -en este momento en que las prácticas del arte contemporáneo están sujetas a tan drásticos y veloces cambios-, es cuál será el papel que este nuevo estado de la producción y comunicación de imágenes producirá en los usos y prácticas de las estrategias documentales.
Mientras, en esta undécima edición de fotoencuentros -enmarcada en la crisis global, económica y de valores más importante que recordamos-, hemos planteado una programación en la que exhibimos la obra de fotógrafos documentales, que se aproximan a fenómenos que podemos llamar festivo-cotidianos, pero que en una revisión actual pueden aproximarnos a otras lecturas. La mayoría de las imágenes que presentamos en las exposiciones son del siglo XXI, pero es curioso reflexionar sobre los iconos actuales que aparecen en algunas de las prácticas sociales tradicionales. Y como, en apenas unos años, lo que proyectamos sobre esas imágenes nos da significaciones diferentes. Sabemos que lo que vemos no es lo que vemos, es lo que somos. Y lo que somos, es una mezcla de percepción, experiencia, tradiciones, personalidad, humores, publicidad... y cultura. Y tiempo.

Paco Salinas

Programa