Vivo entre lo rural y lo urbano. En este deambular veo los cuerpos objeto en las vallas publicitarias, inertes, que venden una eternidad terrenal. Herederos de una concepción religiosa en la que el cuerpo es castigado para alcanzar la inmortalidad que le es propia al alma. Dicen que la esperanza de ser eternos es uno de los medios para tratar la desazón que produce ser conscientes de la muerte, de enfrentarnos al miedo de la desaparición. Y aunque en lo urbano parece no existir este temor, lo cierto es que se esconde censurado detrás del actual culto al cuerpo. Yo también temo a la muerte, pero como hacen mis abuelos, tomo de la cultura popular su estrategia para combatir la ansiedad que produce lo desconocido: perdiéndole el respeto, haciéndola cotidiana, conviviendo con ella y, a veces, ridiculizándola.
F. H.