¿Cuándo empieza una obsesión? Uno se da cuenta de ella cuando
ya está metido, cuando ya no puede salir, ¿pero dónde empieza?
Me di cuenta en una estación, en el espacio vacío de la
espera del tren. Realmente aquello era mi obsesión, no el tren,
sino visitar a los animales del zoológico.
Haciendo historia me podía remontar a la visita del zoo Durrell
Wildlife Conservation Trust, en Trinity (Reino Unido), que recreaba
el entorno del animal lejos de las prisiones que por desgracia
había de forma generalizada y eliminaba las crueles y tétricas
rejas. También podría recordar cuando en la mesita de noche
tenía el libro de Gerald Durrell Arca inmóvil, y aún podría remontarme
mucho más en el tiempo y recordaría la cara de mi osito,
al que podía hacer las confesiones más íntimas y secretas.
Al principio sólo observaba. Después veía cómo me observaban.
Cuando lo intentaba contar no conseguía transmitir lo que había
sentido y mis amigos cambiaban de tema.
Ellos han visto mi evolución como fotógrafa. Primero con la réflex
analógica, cambiando los carretes. Después con la compacta y la
réflex digital. De esta forma he ido desarrollando mi obsesión por
descubrir a los animales y por encontrar en ellos mis rasgos más
humanos y en mí los más animales. Por compartir con ellos lo
más esencial de la vida, que los humanos tendemos a ignorar.
Por reconocerme en ellos en mi mundo social. Y por compartir el
espacio, este espacio que sólo está dividido por una línea.
L.M. |