La sublimación es una excepción que está al alcance de todos, y
a la vez, cualquier rincón del mundo tiene la fuerza de vincularnos
con lo maravilloso. Lo mágico habita en los reflejos más que en las
cosas, en ese espacio alterno del otro lado del espejo. El mundo
animal y mineral, sumergido en el silencioso dominio de las
aguas, deja ver su diseño y color extraterreno, dando pie a fantasías
sobre duendes y hadas de bosques encantados. La estética
y la estática de las fotos de Claudia Rodríguez tienen que ver con
lo fantástico como sublimación de la mirada sobre la naturaleza.
En su obra, la ilusión es lo que cuenta; el hecho de no saber qué
estamos viendo pero ver otra cosa nos remite a los paisajes surrealistas,
por ejemplo, a las junglas vegeto-animales que pintaba
Max Ernst, las cuales surgían originalmente de buscar miradas en
una superficie de manchas pictóricas producidas en el lienzo por
azar. Las imágenes nos remiten al bucólico estanque en el que
yace ahogada la Ofelia de Hamlet. Flotando sobre la superficie
están las víctimas de la tormenta nocturna, reino orgánico inerme,
en el sutil vaivén de la deriva eterna. Claudia Rodríguez sigue las
huellas del crimen y retrata como bello lo que debería ser siniestro,
los pequeños insectos, petrificados ante el espejo.
(Fragmentos de texto) Itala Schmelz |