Alberto García-Alix es un contador de historias. Por eso sus imágenes
trascienden el plano descriptivo para adentrarse de lleno
en un universo narrativo. Una imagen, el comienzo de un cuento.
Una mirada, un encuentro. Esta premisa, que lo ha acompañado
siempre, se extiende a través de su obra fotográfica. Su
evolución lo ha llevado a un terreno secuencial. Esta evolución
responde a una ansiedad, la necesidad de apoderarse de la
imagen, de profundizar en sí mismo en una búsqueda incansable,
a través de una mirada depredadora. El fruto de esta búsqueda
es la trilogía en vídeo que ahora se presenta. Una obra
que acompaña a García-Alix en un viaje a sus entrañas. El punto
de partida es el año 2003. Alberto deja Madrid y llega a París
para librar una dura batalla física, con su enfermedad, y espiritual
en el enfrentamiento con sus miedos. El primer vídeo relata
la llegada a esta ciudad. Todo es extraño, no habla el idioma, no
conoce a sus gentes, las calles, los cielos. García-Alix mira a su
alrededor buscándose a sí mismo en los ecos de los otros. El
segundo vídeo recoge el periodo en el que Alberto realiza un
tratamiento para salvar su hígado. Desesperación. García-Alix
vuelve la mirada hacia su interior, los otros le miran, le buscan,
no halla la salida del laberinto en el que se encuentra encerrado,
está perdido. Extranjero de sí mismo. En la tercera etapa
Alberto escapa del laberinto, se encuentra de nuevo. Alguien le
acompaña, testigo mudo de su despertar. El reencuentro con los
lugares de su pasado, un nuevo cuerpo, una nueva mirada.
(Fragmento de texto) N.C. |