La vitalidad siempre me pareció un atributo deseado en cualquier ser, pero desde que conocí al señor Clergue sentí que en él, esta cualidad se transformaba en una suerte elegante de vivir. Nuestros encuentros tuvieron lugar cuando, acompañado por el galerista José F. Serrano, recorrí el sur de Francia. No olvidaré las tardes que, en su casa y en el hotel Nord-Pinus, pasamos conversando sobre sus inicios en la fotografía en los que tuvo que superar sus problemas con la vista. Los relatos de su acercamiento a don Pablo y cómo éste de forma generosa le presentó a Cocteau y a otros grandes artistas. Las historias que este hombre luchador desgranó para mi cámara me hicieron sentir que era testigo privilegiado de una época épica del arte, que quizás ya no vuelva porque ya nada es igual… Durante estos días que pasamos juntos, Clergue recibió la noticia de que había sido nombrado miembro de la Academia de las Artes de Francia. Su reacción fue, obviamente, de alegría, pero se mostró tajante al explicarme que el motivo de su gozo era que la fotografía entraba en la Academia, no él. Clergue ha fotografiado a grandes personalidades del mundo del arte, las letras y las ciencias, y siente gratitud por haber podido hacerlo, pero más de una vez ha confesado que es la naturaleza, el cuerpo humano, la pasión por la vida y por la muerte lo que le mantiene y mantendrá con aliento hasta el último suspiro.

C.B.

Centro Cultural Las Claras, Murcia
Miércoles 23 de enero, 20 h.